¿La verdad nos hace libres?

No nacemos con creencias, las vamos adquiriendo en base a lo que aprendemos de nuestro entorno y así las creamos. Las adoptamos como si fueran nuestras e incluso nos abanderamos de ellas. Creemos que nos pertenecen, pero ¿es realmente así?
La gran mayoría nos pueden haber ayudado a sobrevivir, a convivir, pero quizás haya llegado el momento de revisarlas y elegir.

 

Mi búsqueda

Recuerdo la primera vez que puse conciencia en cómo mis creencias estaban condicionándome. En ese momento se activó en mí una búsqueda interior, un ejercicio que espero no abandonar porque es una fuente de aprendizaje constante. Cuando aprendo de mí, también lo hago de los demás, de las relaciones, y eso es algo que honestamente me apasiona.

No resulta fácil mirar hacia dentro y ver partes que enjuiciamos, que creemos que no existen en nosotros mismos, y sin embargo proyectamos y nos permitimos verlas en los demás. Por ello, es duro a veces enfrentarnos a cosas que hacemos, que creíamos que no haríamos, pensaríamos o sentiríamos nunca. Cuando aparecen esas circunstancias, no nos reconocemos y nos asustamos ante la novedad. Con el tiempo y el trabajo personal nos podemos hacer conscientes de que dependiendo de la lectura que hagamos de nuestra experiencia, nos podemos colocar en lugares bien distintos, el de sufrir o el de crecer. Cuando aprendemos, estamos incorporando un nuevo modo de adaptarnos y nos expandimos. Si nos juzgamos porque nos decimos a nosotros mismos que no tendríamos que ser como somos intentando negarnos, quitándonos valía, nos dañamos afectando con ese trato a nuestra estima y eso, nos empequeñece.

Sólo aceptando lo que pensamos y sentimos haremos aquello que realmente necesitamos. No siempre están alineados los pensamientos con los sentimientos, en esos casos ¿qué podemos hacer?

A mi me sirve escucharme, poner mucha atención en mi organismo y mis sensaciones, y para no autoengañarme, acudir al encuentro de un profesional si lo necesito y así seguir aprendiendo. Es realizando estos ejercicios cuando aparece el “darme cuenta” o “insights”. Es esa la pieza del puzle del entendimiento que cuando aparece nos hace concluirlo y pasar a otro de mayor dificultad.

Al hacernos conscientes de nosotros mismos, podemos elegir y dejar de hacer aquello que aprendimos y que quizás ya no nos sirve.

 

Las relaciones

No a todos nos seduce esta búsqueda de la verdad y no todos avanzamos al mismo ritmo en ella. Esto motiva a veces diferencias en la elección del puzle y eso, es un aprendizaje. No siempre nos atrevemos a compartir aquello que aprendemos, eso es otro aprendizaje. Pero cuando estamos dispuestos a darnos cuenta de la esencia del otro y lo descubrimos, cuando nos mostramos ante él y somos capaces de integrar y compartir el aprendizaje que supone, es entonces cuando aparece la magia del encuentro.

No defiendo que tengamos que compartir todo lo que hacemos, pensamos o sentimos, yo al menos no lo necesito, y me pregunto antes “el para qué”, ya que eso sí me da información de mí misma para seguir conociéndome. Sin embargo, sí creo necesario compartir aquello que afecta al modo de relación que decidimos construir con nuestros amigos, colegas, familiares, parejas, etc.

A menudo creemos que el otro entiende el mundo como nosotros, pero no tiene por qué ser así, y ambos estaremos en nuestra verdad. En realidad, vemos la vida como somos.

Por ello es muy importante que cuando hablemos de conceptos los concretemos y nombremos aquello que necesitamos atender. Por lo que acabo comprobando en mis propias relaciones y en las experiencias de mis pacientes, me atrevo a asegurar que estamos preparados para enfrentarnos a la verdad. Es lo que hacemos para no aceptarla, o el creer que el otro no podrá sostenerla, lo que provoca el desencuentro que acaba por separarnos.

 

La libertad

Opino que la libertad radica en poder elegir. Para ello tengo que mirarme a mí misma en primer lugar y encontrarme con mi modo de funcionar. Quizás ahí encuentre ese mecanismo automático que se ha instalado en mí y que me lleva a lugares donde ahora puedo elegir no estar. De ese modo puedo encontrar mi yo más sincero.

Creo firmemente que hay infinitas maneras de estar en el mundo y cada uno ha de encontrar la suya para estar con uno mismo y con los demás. Eso sí, desde el respeto, la honestidad y la responsabilidad. Para ello hay que desnudarse, mostrar lo que somos y arriesgarnos incluso a perder lo que pensamos que somos. Si también lo hacemos en las relaciones e incluso nos arriesgamos a perder al otro, podemos también encontrarnos con la dicha de ganar. Ganarnos a nosotros mismos, ganar coherencia interna y paz. Ganar aprendizaje, ganar las ganas de aceptarnos y amarnos como somos, amar lo que somos.

Desde ese lugar, sin duda, defiendo que la verdad nos puede hacer realmente libres.
Pero como dice H. Maturana “la explicación de la experiencia no reemplaza a la experiencia”. Así que os animo a buscar cada uno la vuestra.

 

Foto de Jose Bravo.

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