La ira y el mecanismo de retroflexión: del odio al amor

La ira y el mecanismo de retroflexión: del odio al amor

La ira es una de las cuatro emociones básicas (con la alegría, la tristeza y el miedo). Abarca desde la molestia, pasando por el enfado y la rabia, llegando hasta el odio, el rencor o el resentimiento (que no son sino ira acumulada del pasado). Según nuestro carácter, podemos haber desarrollado el hábito de no expresar la rabia, reprimirla, e inconscientemente, haberla vuelto contra nosotrxs mismxs.

A este mecanismo de no enfadarnos con el otro o el entorno, inhibiéndonos y tragándonos nuestra rabia, la terapia Gestalt lo llama retroflexión. No nos permitimos sentir la ira ni expresarla espontáneamente en el momento adecuado a la persona o al entorno implicados.

Es así como, pasamos la vida, enfadados con nosotrxs mismxs, criticándonos, enjuiciándonos y culpándonos. En definitiva nos denigramos y nos odiamos a nosotrxs mismxs.

Para recuperar el amor y el respeto hacia nosotrxs mismxs, necesitamos liberar toda la rabia acumulada. No se trata de descargar nuestra ira hacia los demás lo cual generaría daño tanto a las personas que queremos como a nosotrxs mismxs, y nos mantendría en un círculo vicioso (de ahí también, el miedo a explotar y ser destructivo). Pero sí se trata de vomitar hacia fuera todo lo que nos hemos tragado.

El espacio seguro de la terapia es el lugar idóneo para realizar este trabajo terapéutico y sanador. En la consulta, acompañado por la aceptación incondicional del terapeuta, podemos permitirnos vaciarnos de todo el odio. Las técnicas gestálticas son varias y muy eficientes. El terapeuta Gestalt nos puede facilitar conectar con nuestra rabia y volcarla hacia fuera, sin dañar a nadie, y de tal modo que sea sanador para nosotros mismos. Gritar, golpear cojines, decir lo no dicho en su momento, permitirnos criticar y enjuiciar (imaginándonos a la persona delante de nosotros), vengándonos de la persona (a través de la visualización) es sumamente liberador. 

La terapia nos invita a repasar todos los recuerdos y los eventos del pasado, y sacarlo todo, vaciarlo todo, vomitarlo todo. La terapia nos posibilita recuperar todo el dolor de la niñez y sanarlo. A partir de este momento, puede llegar la comprensión y la resignificación de lo que pasó y lo que fue. A partir de este lugar, podemos recuperar el amor hacia nosotrxs mismxs. Somos capaces de respetarnos, poniendo límites adecuados, diciendo «¡No!» cuando lo necesitamos. La energía retenida por la rabia acumulada puede circular de nuevo en todo el cuerpo y ser canalizada hacia propósitos creativos.

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