El carácter, la sensación de no ser y la búsqueda del falso ser.
Desde la corriente humanista, el ser humano se realiza en la actualización de su potencial: algo como el florecimiento de la flor o la germinación de la semilla. Nos realizamos cuando hacemos real lo que somos: ser (semilla) y realizar (florecimiento) lo que soy. La autorrealización implica la autoexpresión, es decir, manifestar concretamente la vivencia interna auténtica de lo que somos. Expresarse conlleva decir (con palabras) y actuar (con el cuerpo). Es así como uno siente que vive plenamente: siendo y realizándose expresándose desde lo que es.
Con lo cual, primero hace falta ser. Ser no es un ente metafísico abstracto. Ser es una experiencia, una vivencia. Ser es vivenciar lo que soy. Ser es experimentar lo que soy en el aquí y ahora. Ser es sentir que existo. Ser es sentir, vivenciar y experimentar que soy. Ser es tener conciencia de ser. Pero, ¿quién es?
En nuestra primera infancia, dado el nivel de conciencia de la sociedad (incluyendo a los padres), no somos reconocidos y confirmados por lo que somos. Nuestras necesidades legítimas afectivas se ven negadas. Nuestro movimiento amoroso se ve interrumpido. Nuestra necesidad de contención emocional se ve limitada. Nuestro impulso vital hacia la exploración y el juego se ve inhibido. De ser, tal y como somos, nos vemos obligados a adaptarnos, a protegernos, a reprimirnos, a olvidarnos, a falsearnos, etc. De no poder ser lo que somos, desarrollamos unas estrategias y reacciones para poder sobrevivir a la frustración amorosa y la represión instintiva. Desarrollamos una coraza, una personalidad: un carácter.
El carácter es un conjunto de hábitos de pensar, de sentir, de comportarnos, de relacionarnos, de ver el mundo, motivado por no sufrir de no ser. Y es así como, nuestro carácter es un intento de ser, motivado por la sensación de no ser, es decir por una sensación de vacío. Buscamos rellenar este vacío interno. De no ser (de sentirnos vacíos), buscamos sin cesar ser de nuevo. Pero buscar ser implica inevitablemente no ser. Y lo que buscamos, creyendo que es el ser, es en realidad un falso ser.
El proceso terapéutico es una conversión de la búsqueda. En vez de seguir buscando fuera, la terapia invita a mirar hacia dentro. Dejar de buscar un falso ser, para darnos cuenta de nuestro ser real, que ya es. El proceso terapéutico implica pues inevitable y paradójicamente atreverse a sentir la sensación de no ser para poder conectar de nuevo con la vivencia de ser. La terapia Gestalt nos acompaña en este viaje interior de atravesar el vacío de no ser para darnos cuenta que ya no hace falta buscar. Ya somos. Y desde ahí, ya no hay nada que hacer para realizarnos, sino dejarnos ser. Siendo, nos expresamos tal y como somos.
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