Las personas somos seres sociales, desde nuestro nacimiento, dependemos de otros para sobrevivir. Y más adelante, aunque los demás ya no representen una ayuda vital, nunca dejan de ser cruciales para nuestro bienestar.
Por tanto, sólo podemos entendernos a nosotros mismos entendiendo nuestra relación con el entorno; y nuestro entorno más inmediato suele ser nuestra familia.
Alrededor de cada persona se dan una serie de situaciones y factores, que influyen en el mantenimiento de cada actitud o conducta, ya sean éstas sanas o insanas.
Es por esto que la terapia familiar es una forma muy adecuada de afrontar casi cualquier tipo de problema. Es posible que , incluso si se prefiere el trabajo individual, en algún momento el profesional pida la colaboración de algún familiar, aunque sea sólo de forma puntual; para poder ayudar mejor al paciente.
Las familias suelen recurrir a la terapia familiar por crisis inesperadas como por ejemplo un accidente, enfermedad, ruptura sentimental o muerte; o también ante crisis evolutivas, que con el paso del tiempo y de forma natural van apareciendo en alguno de sus miembros, por ejemplo la adolescencia, la jubilación o el volver a vivir solos en casa cuando los hijos se independizan.
Utópicamente, toda familia debería ser capaz de atender las necesidades de todos sus miembros, sin dejar por ello de potenciar también su autonomía; sabiendo adaptarse a los cambios que ocurran en el sistema familiar. Pero en la realidad no resulta nada sencillo el tener que adaptarse.
Y entendiendo esa dificultad, siempre confiaremos en el potencial de la familia para mejorar y superar las adversidades, dado que en el fondo de cualquier cuestión, siempre hay entre ellos un fuerte vínculo de amor recíproco. Tal vez sólo se trate de aprender a expresarlo correctamente.
Se trabaja, sobre todo en las primeras sesiones, con toda la familia en conjunto, hasta que se conoce la perspectiva individual de cada uno respecto al problema. El terapeuta tratará de entender todas las opiniones, actuando como moderador para que también los demás entiendan a sus familiares, y para ello habrá que explicar cosas que la familia aún no ha percibido.
Aunque pueda parecer que la situación resultará violenta; no es esto lo que luego se ve en la práctica. Llegados a la terapia, la necesidad de afrontar el problema es ya tan grande, que se olvidan las vergüenzas, y esto es señal de que a pesar de las diferencias, el interés por convivir mejor es el objetivo común; con lo que el primer paso ya se ha dado.